domingo, 11 de noviembre de 2012

Pag 11- Se desdibujaba mi mente, atrás quedaban esas caminatas pueblo arriba y pueblo abajo, ese paisaje natural y la admirable fortaleza de sus gentes. La pintura llena de matices de los atardeceres cayendo entre arreboles, y ese hilo de luz que alumbraba los caminos entre surco y surco por donde pasaban decenas de cultivadores de hortaliza, se iban quedando en mi memoria como queriéndose guardar por siempre y para siempre. Los riachuelos imaginarios empezaban a secarse, ya no habían varas de carruso enterradas en el lodo con sus anzuelos hambrientos de peces. Me daban vuelta por mi mente, los sitios que recorría cada día
y cada noche con amigos de mi infancia, la Polonia era una de ellas, con un cimiento de piedra entretejida por mas de cien metros, dividía al caimito de pueblo nuevo. Atrás iban quedando las composiciones musicales jocosas de Juan Ferrer y sus amigos, dedicadas a cuanta persona que por allí pasara, tan solo quedaba ese eco bullicioso de sus risas.
Cuatro asesinatos mas anunciaban la triste realidad, Alfredo el hijo de pacho, Pedro, medio hermano de Jorge Suescún, Juan Gélvez a quien le llamaban "tranquilo" y uno que apodaban "tabaquito". A pesar que los restaurantes seguían atrayendo clientes, reinaba la incertidumbre en el caserío. Era difícil hablar del tema , se desconocía quien de allí estaba involucrado en los homicidios y se escuchaban amenazas a quien quisiera averiguarlas. La ley del silencio se arraigaba mas a el afán por sobrevivir y nos condenaba a convivir con el temor.
Yo presentía que esa actitud traería peores consecuencias, Juan Frío ya había activado el principio de la ley de la mecánica de Newton, acción y reacción. Estábamos próximos a una nueva elección y ya se veían en los postes de la luz los papelillos de algún candidato político, yo me encontraba junto con otro líder en uno de ellos, buscábamos llegar al honorable consejo de la villa, quizás desde allí podríamos calmar los ánimos gestionando los proyectos que mejoraran el modo de vida de este caserío o por lo menos disminuyeran  las necesidades. En mi cabeza estaba el recuerdo de la incineración de los votos por parte de la guerrilla en la anterior elección, había un ambiente pesado sobre la atmósfera política.
Una imagen que no olvido hoy era la de Gerson Agudelo, escribiendo sobre un costado de la casa de María Coronado un acróstico o pequeño poema de su autoría, años mas tarde sería asesinado.
Era un mes de septiembre del año 2000, Juan Frío vivía el contraste de lo que estaba sucediendo  y el progreso de sus restaurantes que con mucho esfuerzo seguían dando lucha y se mantenían aún en el tope de sus ventas. Villa Yorley, El Cachamón, Piscis, Sede Recreacional del Instituto Nariño, Restaurante Juan Frío y El Rancho del Gordo eran la cara amable que aparecía en las páginas de los periódicos después de cada hecho delictivo que sucedía en ese municipio.
Pero Juan Frío no estaba preparado para enfrentar la peor crisis de orden público registrada en el país no estaba preparada para la reacción a esos hechos anteriores que despertaron el peor accionar delictivo de ese municipio y de todo el país, no estaba preparada para vivir las épocas de la Alemania nazi y sus métodos de exterminio masivo, sería como un auswitch colombiano e igual de brutal. La reacción vendría mas aguda, mas infame y macabra, mas sedienta de sangre y mas duradera; dejaría a Juan Frío tambaleante y al borde del holocausto, se incinerarían por siempre los sueños y apagarían la luz de la esperanza, desde ese día Juan Frío estaría mas sola y abandonada que nunca antes; habría llegado así el arreciar de una cruda y anunciada pesadilla.

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