miércoles, 7 de noviembre de 2012

Pag 4- Cada día que pasaba era como una historia mas que contar, no habían límites para la imaginación. Recuerdo que Pedro Parra vendía pistolas hechas en madera que sujetaban una tapa de refresco sobre donde debería llevar el gatillo y una liga o caucho servía de detonador pues al subir la tapita con la uña del dedo pulgar salía disparada algunos metros pero para la imaginación de muchos era como disparar una pistola de alto calibre.
Una llanta de carro sin su respectivo rín y con una porción de agua enjabonada daba vida a un carro que con tan solo aplicar una leve fuerza a los dos palos que entraban en contacto con el jabón producía un deslizamiento que hacia que la llanta saliera a la velocidad que el intrépido piloto y la habilidad con la que cursara su rumbo, dieran la imagen buscada, en cada una de las mentes de aquellos chicos que simplemente soñaban. Allí no hacían falta riquezas ni grandes juguetes, estábamos dotados de la mas incansable imaginación y solíamos disfrutar del mas mínimo detalle. Un anzuelo colgado de un nailon y sujetado a una vara de carruso o caña brava nos permitían pescar en los canales de riego que como pequeños ríos tenían nombre propio, La Carilla, El Ojito, La Tapa, etc... Una mojarra o un volador o el temido chichete hacían sentir que la pesca había sido un éxito. Perfectamente explorábamos cualquier rincón de esa tierra sin el temor a ser victimas de algún peligro perpetrado por alguna persona, simplemente éramos libres en lo que nos pertenecía.
La actividad que mas admiraba era el cultivo de hortalizas por la sincronizada exactitud de sus mugas o surcos por llamarlo así y el colorido de cada una de sus plantas. Don Juan Soriano uno de los primeros cultivadores de hortaliza que conocí, llevaba a sus espaldas el yugo que sostenía sus dos cántaras cada una con veinte litros aproximadamente de agua, que sumado el peso del recipiente daban un promedio total de cincuenta y dos kilos, estas cántaras iban y venían cargadas de agua calmando la sed de las planticas endebles por el fuerte calor que abriga esta tierra fecunda. Cien viajes aproximadamente por cada turno, uno en la mañana y otro al atardecer multiplicado por cuarenta litros esto daba un promedio total de ocho mil litros por día cargados a cuestas y sin el mas mínimo cansancio, admirable simplemente admirable. Cuantas veces compramos un producto agrícola y damos gracias al supermercado desconociendo que los verdaderos seres que merecen nuestra gratitud son esos campesinos que día a día hacen de la tierra la mas noble productora de alimentos. Esta actividad cada día mas amenazada a desaparecer por la falta de apoyo de las instituciones encargadas de incentivar el campo, ve como una tradición llena de sabiduría se va perdiendo de un modo porcentual desastroso tanto para ellos como para nosotros los consumidores.
El abono empleado en esa época era gallinaza o estiércol de ganado traído tanto de la granja de Don Héctor Nosa, un comprometido con el sector avícola , o  la granja Grano de Oro en el sector de Galán y La Guerrero, una hacienda que quedaba muy cerca a la casa del General Santander la cual creo en medio de mi ignorancia hacían parte en esa época gloriosa de la mismísima casa del prócer de la independencia.
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Todo sucedía bajo ese cielo rosariense y enfrascado en el olor particular de la caña de azúcar cuando se humedece, árboles pequeños en los que sobresalía el "chino" un arbolito de hojas diminutas como el cují y flor color violeta muy hermosas y madera bastante combustible, ideal para esos sancocho de gallina que acompañaban una tarde de río.
Juan Frío carecía tal vez de  muchos lujos, parques, centro deportivos, colegios y de casas lujosas pero eramos felices, se disfrutaba del regalo de la vida, de la creación natural y divina "eramos grandes herederos de la riqueza que no tiene valor comparable y jamás nos podrán arrebatar,  La Fe" ella que encierra infinidad de títulos y domina cualquier flaqueza nos acompañaba cada día, cada tarde, cada noche, en si Juan Frío soñaba, soñaba...
Las clases en la escuela de Juan Frío eran como cualquier clase de las aulas de otros centros educativos de ese municipio pero había algo particular que creo no sucedía en otras escuelas. El Director para esa época era uno llamado Rodolfo de cabello crespo algo rojizo y bastante malhumorado. Recuerdo tres profesoras mas, Bersabé ya bastante anciana, la Profesora Rosa que después trasladaron y la profesora Rosmira de la cual tengo muy buenos recuerdos. Lo particular de esta escuela era que contaba con cocina, allí por turnos cada día preparábamos papas con una salsa  que consistía de tomate, cebolla de verdeo, sal y agua, esto se sofreía y se le colocaba por encima a las papas (conocida en mi pueblo como papa chorreada) y huevos hervidos con su cáscara habitual, esto se vendía en los descansos y el dinero de la venta la tomaba un compañero de aula que había sido elegido tesorero por el grupo, este dinero era para los gastos del salón como tiza, almohadillas para borrar el tablero o pizarra. Aún así con las dificultades del centro educativo siempre hubo clase y jamás conocí una huelga por inconformidad.
De los compañeros de la época recuerdo con facilidad a mi mejor amigo por ese entonces Juan Gómez, a Yolanda Guerrero, Roberto y Lacdimiro Prato hoy Grandes Amigos, Jesús Buitrago, Archila no recuerdo su nombre, Rita Parra ,  Elsa no recuerdo su apellido, Willian y Argenis Mora.
En horas de descanso jugábamos dentro de la maraña o monte que había a su alrededor y nos adentrábamos en un lugar que de niño me parecía como una casa embrujada, era el rancho viejo de una folclórica mujer mendiga y bastante pintoresca que tenia su morada cerca a una laguna natural que parecía un pantano come niños, jamás me acerque tanto y en medio del miedo llegábamos a gritarle su nombre para enojarla  y luego correr despavoridos. Ella, la Catarnica como se le conocía no era mas que una mujer pobre a la cual acompañaban una decena de perros en sus ambulantes y pedigüeños recorridos por la Villa, pedía limosna por los alrededores tanto para ella como para sus preciados canes.

Pag 2... En ocasiones creo que a su mente llegan momentos de alegría, vividos en esas pachangas organizadas por él mismo, en las cuales no faltaba el borracho que lanzaba botella a diestra y siniestra cuando entraba en disputa con cualquier contertulio o desconocido que pisara su territorio creado dentro de esa ebriedad y locura pasajera que produce el alcohol. El Rolo era el cantinero, mesonero, el DJ de su propia miniteca, el amigo, el consejero, hasta el réferi en esas peleas sanas donde el arma principal eran los puños y una que otra botella disparada con la fuerza débil de los ebrios pachangueros.
Recuerdo el sonido aquel de la esfera golpeando el palo de bolo un juego traído desde Boyacá y el cual parecía entretenido sobre todo cuando el feliz ganador gritaba "cerveza" todo consistía en golpear el palo que permanecía delante de un tablero levantado sobre una capa de arena que permitía que la bola no rodara tanto y tomara la dirección perfecta hasta hacer una chuza campesina, sumando así un punto mas para el chico (partido de juego en el que se estipulan los puntos a conseguir). Juan Frío era un caserío entretenido y sobre todo soñaba.
Sus gentes eran tan conocidas entre si que todo difunto desocupaba el caserío cuando se asistía al entierro del querido fallecido; un extraño se reconocía en cualquier parte, hasta los niños a su corta edad sabían distinguir quien era propio o extraño. Los puntos de encuentro estaban marcados por un nombre o apodo de alguien "nos vemos en Juan Báez" "me espera donde Angarita" "lo brindo donde don polo" como hoy ponerse cita en un centro comercial o negocio famoso. Un encuentro de fútbol reunía a los mejores jugadores del corregimiento, los que hoy no olvido son: Jorge Suescún (asesinado vilmente por desconocidos). El  loco Carlos Luna, Urbano Parra, Óscar "ñoña" Parra, Iván "cuco", Pipón, Nacho y Darío Navas, Enrique "currique", El Rolo, Alfredo Coronado, Polo Prato, Pri... etc. Decía un amigo del viejo Antioquia que se había residenciado en el corregimiento, Don Leonardo, "lo recuerdo como si fuera ayer". Recuerdo cada instante de esos partidos con equipos como los "sin cinco" del gremio de zapateros de la Palmita, "los compadres"conformado por excelentes jugadores algunos habían militado en el glorioso Cúcuta. La cancha de fútbol estaba justo al lado de la escuela rural y rodeada por cactus y árboles de cují  (árbol representativo del restaurante Villa Yorley, ver mas adelante) Terminado el juego llegaban las rondas de cerveza y helados para los muchachitos que asistían como espectadores, estos heladitos caseros se empotraban en una estilla de "carruso" una especie de caña muy común en la ribera del río Táchira la cual aprovechaba Don Alfonso Manrique para ponerle a sus helados de mora, coco, guanabana o curuba no recuerdo más sabores, creo que eran los únicos.
En ocasiones al terminar estos partidos sobre todo si eran los sábados solíamos ir al rió y habían tres caminos comunes para ingresar; donde Don Urípedes Coronado, al frente de Don Jorge Suescún en el caimito o por la Hacienda San Francisco. Era nuestra piscina predilecta y aún higiénica para ese entonces...

Juan Frío "Sueño y Pesadilla"

Recuerdo a Juan Frío desde 1982,un basto corregimiento de nuestra Villa Histórica a orillas del Río Táchira limítrofe con Venezuela mas exactamente con la vecindad de Llano de Jorge, Estado Táchira. Mal no recuerdo era un corregimiento pobre pero feliz, auténtico, de calles polvorientas y un transporte que hoy por hoy añoro. No olvido personajes del transporte como Don Luis Electo, Gilberto Agudelo y otros que omito por desconocer sus verdaderos nombres y que llegan a mi memoria identificados tan solo con chapas o sobrenombres y que realmente fueron personas tan gratas que no quiero transportarlos a ese mundo negro de los "alias" que hoy en día son tan comunes como "bautizar un niño". Decía; estos personajes con carros de uso privado, pero que por la ausencia de transporte público terminaron prestando uno de los mejores servicios del municipio y para los que tenemos amor por nuestro terruño quizás uno de los mejores del país. Lo digo no por el diseño vanguardista de sus coches ni por la comodidad de sus asientos, lo expreso por la calidad de su atención y por la humildad de estos servidores públicos sin sueldo, amantes de la buena palabra y el buen trato. Si mi memoria no me falla ocho pesos costaba el pasaje desde la esquina mas reconocida de la villa "Juan Báez" hasta el mamón de El Caimito de ese tristemente célebre corregimiento hortalicero (valga el término). Era un Juan Frío de sueños; por su avenida principal y caminos se veían impacientes de comida cabras y puercos, algunas gallinas criollas y pavos de hogares que jamás se preocupaban por la pérdida de estos ejemplares de sus solares, cercados por viejas cañas bravas. Era un corregimiento de costumbres sanas y respeto por lo ajeno, típico ejemplo de nosotros los que nacimos en el campo y nos educaron con la sabiduría de nuestros abuelos que carecían de títulos pero les abundaba educación moral y religiosa, la cual hoy escasea desde la periferia de los barrios  hasta  los hogares mas laureados del país y los estratos mas encopetados de la clase alta Colombiana. Juan Frío tenía para sus pobladores todos los encantos de una urbe anclada a la mas bella metrópoli, contaba con todo lo necesario para sobrevivir, para disfrutar y para adquirir conocimiento y lo mas valioso soñaba siempre soñaba. Allí no existía un mercado de verduras frescas "producía verduras" las mejores, aún hoy siguen siendo las mejores. Contaba con granjas avícolas, caña, ganado y las típicas cabras eso lo dice todo, no escaseaba el pollo, el huevo, la leche, la panela y por supuesto las hortalizas su gran arte, que fotografiadas desde el aire terminaban siendo cada una de sus surcos o mugas como pinceladas sobre el lienzo del suelo Juanfrideño. Los auto mercados no existían pero si las tienditas atendidas por ilustres personajes como Don Polo Agudelo, Don Jorge Suescún , Paulita y otros que hoy no recuerdo. Los sábados y domingos se disfrutaba de el baile, el fútbol el bolo o de tertulias improvisadas en cualquier parte del corregimiento. Quien no recuerda a Arfilio Agudelo de la pista de baile del Caimito que luego seria de Don Zabala o "golilla" como le llamaban de cariño, de Don Macallado que siempre me trajo a la cabeza como la idea de que ese nombre había sido sacado de alguna novela literaria pero conociendo que poco se leía literatura era simplemente una idea vaga mía, estos personajes hoy difuntos llevados por la divina providencia no arrebatados por la maldad, fueron auténticos personajes que merecen continuar en la memoria de cada uno de los que disfrutamos esa época . Y uno que aún lo veo en su pista de baile ya no activa pero que guarda en su establecimiento las tantas tertulias acompañadas de cerveza y bebida alcohólica económica que departieron tantos personajes de este cálido caserío, me refiero al famoso Rolo, gran amigo y excelente persona.