viernes, 23 de noviembre de 2012

Pag 19- Había un contraste de ideas y de conciencia entre ellos y nosotros; ellos se desconocían a si mismos como humanos, no sabían su función real como personas con raciocinio, no se querían así mismos, mucho menos llegarían a querer a los demás, eran calculadores, fríos, inflexibles, austeros. Recuerdo que festejaban cada vez que lograban sus cometidos, había whisky o aguardiente antioqueño en las mesas, esperando ser consumidos, mujeres y derroche. Se hacían disparos al aire, se imponía la voz ronca de los cañones y cada vez mas, se silenciaba las de los propios habitantes. Juan Frío poco a poco fue olvidando la alegría de otras épocas  y fue cayendo en el juego de creer que todo era normal allí. Los niños ya no se les veía con un balón, sino que amarraban en sus juegos a otros niños, parecían copiar y querer hacer lo que nadie repudiaba, en sus conciencias inocentes entendían que si eso no se reprobaba era porque estaba bien; daba miedo imaginar que en épocas futuras estos chicos podrían cometer los mismos errores.
La ausencia de estado, la carencia de oportunidades, la mala educación y la injerencia de estos grupos pronosticaban una debacle incalculada. Todo quedaba en manos de Dios, que todo lo puede; era triste ver como niñas de apenas 12 y 13 años andaban con esos personajes y lo mas triste era verles usar sus mismas palabras, carentes de educación, soeces, ofensivas y con un alto grado de agresividad. Amenazaban profesores, compañeras, vecinos y hasta a sus propios padres, creo que allí no había necesidad de mirar hacia atrás para convertirse en sal, Sodoma y Gomorra eran tan parecidas a la realidad que afrontaba Juan Frío. En una ocasión uno de estos, con el alias de "Gonzalo", enamorado de una chica y envuelto en odio porque esta no le correspondía como el quería, asesinó a sangre fría tanto a la chica  como a sus dos hermanas menores, una de ellas de doce años y a su madre que reposaba en una mecedora la cena de esa tarde.
Los únicos amos y señores eran ellos, los únicos que podían cuestionar, que podían decidir quien seguía disfrutando de la vida o quien tendría que perderla, eran la ley y el desorden de ese pueblito abandonado.
Juan Frío ya no tenía suerte, todo estaba en contra suya, las noticias la hundían cada día mas, los homicidios cometidos en otras partes eran achacados a Juan Frío, era el referente del patíbulo impuesto por los "paracos" se nombraba y ya se sabía que era sinónimo de amenaza y muerte. Decir "lo subimos a Juan Frío", era entender, que si no se acataba las ordenes sería ejecutado. Juan Frío figuraba como zona roja  por ende, ningún banco o entidad crediticia asignaba prestamos para los lugareños, quien podría creer en un corregimiento cercado y custodiado por la violencia y sin ningún funcionario público diligenciando algún proyecto que lo sacara de semejante abisal. Entendí que todo en la vida es igual, desde el hogar donde no se valora humanamente al hermano y cuando sufre algún traspiés les caemos encima para aumentar su dolor, esto le sucedía a nuestro pueblo, "al caído caerle" y a punta de plomo y abandono, fuimos cayendo hasta vernos de nuevo en la miseria, vernos de nuevo frente a la desventura pero con un ingrediente mas dañino, el miedo y el desaliento.