jueves, 15 de noviembre de 2012

Pag 14- Leía  cómo  Maquiavelo nos enseñaba, por haberlo vivido él mismo, cómo siempre será posible, aún en las peores circunstancias, hacer de la sociedad de los grandes espíritus nuestro reino interior; un reino en el que somos invulnerables a todo lo que por el exterior pueda afectarnos, a los casos de fortuna o a la perversidad de los hombres. "Cuando somos dueños de nuestras propias convicciones y aún afectados por lo que trágicamente sucede a nuestro lado, tenemos la capacidad de mantenernos firmes en lo moral y religioso, podemos decir que seguirá existiendo una luz de esperanza mas allá de la barbarie. Cuantos hombres y mujeres perdieron esa luz cuando se vieron, sin darse cuenta, caminando junto a quienes creyeron equivocadamente, que en la búsqueda del poder el fin justifica los medios. Como fuera Colombia sin esta guerra carente de sentido,  donde nos matamos sin piedad en busca de poder. La palabra que Dios puso en nuestras bocas para alabarlo y pedirle amor se enmudece ante los que llenos de odio olvidaron quien les creó y bajo que ley.  Las manos que algún día edificaron iglesias hoy  jalan del gatillo creyéndose dueños  de la vida de otros y solo dejan en sus cuerpos el frío desenlace de la muerte. 
Juan Frío debía levantarse cada día en medio de esa sociedad vulnerada , ese octubre del 2001 perdía de nuevo uno de sus hijos. Helí Prato se levantaba temprano con su Chevrolet Apache, todos los días transportaba vendedores de hortaliza hacia el mercado de San Antonio del vecino país y de regreso traía víveres para abastos de la villa. Fui su amigo muchos años y nunca le conocí otra cosa mas que trabajar para su bienestar y el de su familia, un día de octubre las balas volvían a dejar de luto al caserío. Helí el de la sonrisa contagiosa, el que desde muy temprano recorría su pueblo en medio de la música de su auto bullicioso ya no estaba mas.
Aún así Juan Frío se levantaba temprano a sus rutinas diarias, tenía que parecer como si no existiera el dolor ni importara lo que sucedía, como si estuvieran de acuerdo con todo lo que allí pasara. La opresión sería el yugo mas pesado que se llevaba a cuestas, el silencio y el ahogo de sus lágrimas parecían cien cantaras sobre el pecho y la privación de libertad nos regresaba a épocas de colonia. Mas de 50 años en medio de la guerra con la subversión y ahora la salida que encontraron muchos, acabarían con la lánguida idea de un sueño de paz. Estábamos en guerra mas que nunca y lo mas triste una guerra autodestructiva, hermanos de raza y patria, ya no luchábamos con españoles colonizadores sino nos estábamos matando y destruyendo a si mismos, y si había un ganador quien ganaba y que ganaba, cual era el merito de esta guerra; hoy por hoy solo veo destrucción y soledad, madres desconsoladas buscando a sus hijos desaparecidos y huérfanos desorientados caminando aún en la incertidumbre. Vale la pena el uno "disque" luchando por el pueblo y el otro que lo acusa, vale la pena matar nueve inocentes tras un culpable y cuantos  amenazados mas. Cuanto diera para que entendiéramos que este país es hermoso, que nos dieron ese regalo natural de su geografía fantástica, paisajes, ríos, fauna y no la disfrutamos enfundados en una guerra absurda. Miles de seres humanos mueren de hambre en el mundo y aún así hasta el final de sus días son humanos servidores, acá sobra la comida y morimos peleando sin motivos, distanciados, insensibles y vengativos. 
Se me viene a la cabeza que de niños nos untábamos un jarabe rojo simulando estar heridos, sobre un puente, Fidel Parra se acostaba y en medio de la noche cuando todo estaba en calma espantábamos los que por allí pasaran, quien creyera que años después veríamos la misma escena pero real y ya no  asustaría tanto pues sería el pan diario,  y como lo que pasa día a día se vuelve tan común, yo diría tristemente  hasta casi al punto de parecer normal.