jueves, 8 de noviembre de 2012

Diez años despues....


Pag 7- Pasaron diez largos años, Juan Frío parecía haberse detenido en el tiempo, nada trascendental  había acontecido durante esta década en ese caserío, todo seguía tan igual como había estado antes de mi partida del pueblo. Había una generación tratando de dar algún paso pero era muy lento, algunos jóvenes que había conocido anteriormente se reunían y conversaban de fútbol y otras cosas sin mayor relevancia, solo me llamaba la atención que estos jóvenes no estaban tan de acuerdo con las instituciones del estado ni con los organismos educativos, parecía que soplaban vientos venideros de cambio. Creo que el mas inconforme era Jorge Suescún (hijo) ya adulto, contaba con educación media, y siempre había mostrado interés por la política. Intentaba exigir regalías a la empresa de cemento que usaba la vía para el transporte de la materia prima de las minas ubicadas en la Uchema y Palogordo respectivamente y que por el uso frecuente de sus volquetes, deterioraba gradualmente la carretera principal del corregimiento (jamás logro conseguirlo).
Mientras tanto Isaías Navas instruía a su hijo Isauro sobre la posibilidad de cultivar pescado en estanques y venderlos luego como una posibilidad de incursionar en algo diferente que no fuera  el cultivo de hortaliza. No se sospechaba que dicha actividad llevaría a Juan Frío a ser reconocido nacionalmente, el conocimiento de su padre y la ardua lucha de Isauro Navas que con créditos hizo realidad un sueño, levantó el que sería el primer restaurante piscícola de Norte de Santander y uno de los más concurridos del departamento, un frondoso cují era el árbol insignia y techo improvisado del ya famoso lugar gastronómico. Día a día ocupaba portadas de periódicos donde se relataba como un hombre cultivaba peces y hacia pesos .Esto hacía que por fin Juan Frío fuera visitado por personalidades políticas del departamento y también militares de alto rango. Allí en el restaurante se hacían grandes reuniones que de alguna manera beneficiaban al municipio en total no solo era Juan Frío el que era visitado y observado, era todo el municipio ya que la carretera de acceso al lugar atravesaba toda la Villa Histórica, cosa que jamás ha reconocido el municipio ni apoyó jamás al nuevo gremio (los piscicultores) . Ya Juan Frío para ese entonces no era el mismo, cientos de carros llegaban al restaurante atravesando la aún polvorienta carretera, día a día se incrementaba el inconformismo de su gente por los servicios y el abandono de la administración municipal. Exigían la pavimentación de la vía, mejor educación y servicios que garantizaran la salud y bienestar de los pobladores.
Despertaba un caserío y a su vez despertaba un interés oculto que mas tarde empezaría a darle otro rumbo a
la magnífica obra que había iniciado alguna vez un pescador de sueños y de una visión magnifica hecha realidad por Isauro Navas, Juan Frío era el centro turístico de moda miles de pescados se servían ya no solo en ese restaurante pues el gremio empezaba a crecer, Arsenio Cárdenas siguió los pasos y con su excelente competencia aportaba mas progreso para el sector.
Mientras que los piscicultores avanzaban apresuradamente en el corregimiento, algunos pobladores tenían diferencias por política y otros temas que llevaban a que se presentaran enormes conflictos. Algunas personas pasaban de la discusión verbal hasta a la amenaza de muerte. En 1995 estas amenazas empezaron a cumplirse con la muerte vil de Jorge Suescún (hijo) por motivos que aún desconozco. La romería se sentía, el corregimiento tranquilo empezaba a salirse de ese esquema. Jamás olvidaré lo que uno de los testigos presenciales del homicidio me confesó "dos chicos empuñando pistolas, gritaron antes de disparar, tome hijo de puta para que le echen tierra". Era la actitud mas cobarde y el comienzo de una pesadilla.

Pag 6 -De vez en cuando recorríamos esta ruta que para mi concepto a esa edad era muy entretenida y muy natural. Uno creía dejar Juan Frío a trecientos metros del hoy reconocido restaurante Villa Yorley que para ese entonces no era mas que un área de cactus, cují, unos arboletes llamados peracos y estoraques dando esa imagen medio desértica. Allí a esa distancia mas adentro llegaba como marcando el final una zona que llamábamos la pedregosa, nombre muy bien elegido ya que lo único que salía a la vista eran esas miles de piedras pequeñas que estaban prestas a ser utilizadas como proyectiles de alguna resortera o cauchera y la cual lanzábamos a cuanto animalito aparecía, hoy me arrepiento de haber tenido esa idea aunque tuve muy mal tino y nunca fui capaz de dar en algún blanco. Muy cerca de ahí quizás a unos quinientos metros llegábamos a un citio conocido como los arcos que era una de las maravillas que me impactaban por su arquitectura y por mantenerse intactos después de quien sabe cuantos años. Era un canal de agua construido en piedra finamente acomodadas y unidas con una mezcla de cal y arena en ocasiones me hacía la pregunta de cuantos obreros habrían trabajado en esa obra y durante cuantos años. Luego llegábamos a una granja avícola de propiedad de Don Carlos Rondón, un exmilitar creo muy firme en sus convicciones y temperamento fuerte. Al frente se encontraba una mina de carbón de propiedad de Conrado Chacón, después tuvo muchos problemas con vecinos que quisieron adueñarse y finalmente fue cerrada. Este sector se conoce con el nombre de Mira flores y es frecuentado debido a que allí se encuentra la zona de captación de agua tanto para Villa del Rosario como para el mismo Juan Frío y la cual tiene muchas dificultades cada vez que aumenta el caudal del río Táchira llevándose a su paso rocas y lodo que luego obstaculizan el servicio del preciado líquido, otra deficiencia mas de la administración municipal que nada ha podido hacer en mas de treinta años que llevo conociendo dicho problema.
A unos metros de ahí se encontraba un trapiche que administraba un señor el cual solo recuerdo su nombre
Don Antolino, tenía una casa al fondo, con unas plantas de veranera de flores color violeta y rojas que adornaban su entrada, y ese olor inconfundible de la caña de azúcar transformándose en panela, olor que se iba perdiendo a medida que avanzábamos hacia el Mesón, una especie de balneario natural que merecía habérsele construido un sitio de recreación por lo visitado cada fin de semana para refrescar los ratos de calor de la tierra cucuteña, contaba con un pozo de agua cristalina semi-estancada junto a una pared rocosa
que servían de trampolín para los visitantes. A escasos metros de allí estaba la curva del diablo que era objeto de cuentos y leyendas por parte de los habitantes de sus alrededores, seguíamos hacia agua sucia luego Casa Blanca y La Uchema, lugar donde nací y conocí mis primeras letras. Normalmente solo llegábamos a palogordo, un hermoso caserío cafetero, característico por tener caballos y bestias que trasladaban el fruto del café hacia la avenida principal para luego ser llevados hacia Cúcuta; esta cantidad de animales equinos le daban ese olor  inconfundible a la zona los fines de semana que era cuando mas se reunían cosecheros. Este recorrido desde Juan Frío se hacia en carro o un auto bus que cubría esa ruta.
Sus gentes amables compartían un café producido en esa tierra cordial y nos entretenían con cuentos de cada uno de sus ancianos, mitos que hoy ya no se escuchan y que jamás dieron tanto miedo como las noticias que ahora encabezan periódicos y canales de televisión.
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En Juan Frío, por ser un caserío pequeño, se distinguían y respetaban por igual, los que eran relevantes y los que no, sin ningún conflicto, allí no había hambre de poder ni gloria, cada quien tenía una función y marcaba una huella en cada paso. Eso sí, en mi memoria quedan unos que se hicieron notar mas que otros. Don Héctor Nosa, Santos Estela, Juan Sabala, Jorge Suescún (padre), Polo Agudelo, Macallado, Juan Nene, Isaías Navas, Juan Gómez (padre), Audenago Estepa, Luís (Piporote), El Turco no recuerdo su nombre, Juan de Dios, Urípides Coronado(padre), Polo Prato, Roberto Prato (padre), Fidel (chicarita), Artidoro García, Margarita Santos, Domingo Ortiz. Los llevo en mi memoria, algunos tal vez por su edad o simpatía y otros por su capacidad intelectual y dirigente, lo digo muy personalmente.
Recuerdo que se avecinaban las elecciones que luego arrojarían como ganador al entonces candidato Belisario Betancour, el lugar de votación como siempre ha sido hasta el día de hoy  la escuela del caserío y estaba marcada por el movimiento de muchos políticos de segunda que solo asomaban a hacer sus campañas y repartir simples pastelitos o sancocho queriendo comprar votos, "dádivas" que recibían muchos de los habitantes, pero conociéndolos creo que votaban siempre por el que ellos realmente apoyaban. En ese entonces se marcaba con tinta roja el dedo índice de cada elector, recuerdo que hubiese preferido que fuese azul. Ese día se fragmentaba un poquito el caserío pues existía simpatía por diferentes partidos pero era pasajero, al terminar la jornada electoral, cada quien regresaba a su casa a escuchar el primer boletín de radio y los mas cómodos los de televisión que para ese entonces no habían muchos. Al siguiente día todo transcurría normal, sin rencillas y mejor aún aceptando siempre la derrota si era el caso. Un gesto propio de cuando se tiene libertad de expresión y conformidad por lo acontecido, hecho que añoro hasta el día de hoy.
Juan Frío existía para el estado, tan solo el día de las campaña electorales, hasta ser elegidos sus candidatos pero luego seguía en su anonimato, no registraba noticias desde ningún ángulo ni deportivo, ni farandulero, ni delictivo gracias a Dios para esa época, ni histórico, pasaba desapercibido y a lo mejor en eso radicaba su tranquilidad. Como aplicando la ley de Newton, si no estoy mal, sobre el movimiento, yo aplicaría que carente este pueblo de acción no había posibilidad para la reacción; hablo de acciones tanto delictivas como políticas. A quien le importa un caserío pobre y además olvidado por el estado sin alcantarillado (triste y penosa situación que aún se vive) sin puesto de salud, sin agua potable. Aún así era un pueblo soñador y sumamente feliz.
Allí no había espacio mínimo para delincuentes, eran señalados si hubiese sido el caso. Cuando aún se respeta y se cree firmemente en el divino Creador, cualquier, por simple que parezca la falta cometida, en un término de delincuencia, produce un rechazo de magnitud, contrario a lo que pasa cuando se pierden los principios religiosos y morales y se le idolatra a los pervertidos y malvados delincuentes, esto allí para ese entonces no existía, ni creo que en alguna cabeza pasaba la más mínima idea de que llegase a suceder.
Puedo con firmeza asegurar que para ese entonces no existía en ese caserío ningún delincuente e igual creo que hoy por hoy ninguno de esos habitantes han llegado a cometer delitos relevantes.
Juan Frío contaba con una avenida de acceso a las localidades rurales de: Juan García, Agua Sucia, Casa Blanca, La Uchema, Santa Rita, La Cañada, Trincheras, ubicada en el Corregimiento de Palogordo,  Ragonvalia, Herrán y Chinácota y conectaba al final del tramo con la carretera principal vía Santander del Sur.