sábado, 19 de septiembre de 2015

Las noticias que uno ve cada día a través de los medios de comunicación, son necesarias para saber que sucede en cada lugar del mundo pero el problema es la mala información. Periodistas en ocasiones de pacotilla que no les importa si es verás la información, si lo que escuchan es tal cual como sucedió, cambian el objetivo que se proponen los que sienten el deber admirable de informar. Pasan de periodistas a chismosos, que no van al lugar de los hechos, sino por carecer de ese valor por el cual siempre admire a los reporteros que cubrían las noticias en medio de las guerras, estos acobardados informantes solo preguntan en cualquier esquina que sucedió, donde sucedió y sin constatar salen flamantes o escriben en sus periódicos como un logro las inventadas historias que tanto daño nos han hecho. Desde que leí tantos errores de noticias que decían con una seguridad, como si hubiesen presenciado los hechos, cuales habían sido los móviles y en que lugares se habían cometido sin importar si era cierto o no, desde ese día deje de creer en muchos noticieros y periódicos de nuestra tierra. Donde estaban aquellos periodistas y reporteros de verdad con sentido común, con la veracidad de sus noticias, aquellos que entendieron la diferencia de dar la noticia y no de repetir un chisme como loros parlanchines. Acaso desconocen el daño que hacen, como acaban con la reputación de un pueblo o actividad honesta, como hacen que los organismos del Estado arrecien contra los que no tienen arte ni parte en los conflictos sangrientos de nuestra patria. Estos si se pueden llamar periodistas sólo buscan vender sus artículos y ser reconocidos. El público desconoce que las noticias inventadas en las mentes de estos reporteritos sin conciencia nos hacen igual de daño a los grupos que nos intentan callar a punta de plomo. Yo desconocía el daño que produce la violencia, disfrutaba de películas de acción y terror, consumía estas cintas y hasta tenía mis héroes en camisetas o afiches cuando era adolescente, disfrutaba escuchando cómo gladiadores empuñaban sus armas y desmembraban a sus enemigos y hasta disfrutaba de una Coca Cola y unas palomitas de maíz viendo semejantes escenas. Después que tuve la mala fortuna de ver personalmente a seres que cometían semejantes y desgarradores actos contra la vida e integridad de muchos conocidos, después que caminé y vi sangre tapada con arena para disimular un poco la barbarie, y encontré pequeños huesos que quedaban como testigos de la incineración de los cuerpos que días antes había visto pasar aún con vida en carros improvisados como transportes macabros que llevaban día a día a sus víctimas. Confieso que nunca más volví a ver una película ni de terror ni de acción. Supe en medio de estos abusos que los más grandes héroes murieron de pié y sin importar su destino, jamás renunciaron a sus creencias ni derramaron una lágrima ante estos torturadores sin conciencia sólo para que nosotros los que quedábamos siguiéramos firmes a nuestras convicciones. Vi como delincuentes a los que también masacraron se orinaban de miedo al contrario de los inocentes que murieron víctimas de un mal señalamiento o por reclamar sus derechos.

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